miércoles, 29 de junio de 2011

Menéndez Pelayo y el antisemitismo

“Varias décadas más tarde fue Marcelino Menéndez Pelayo el que asentó la versión canónica del nacionalismo católico español. Fue quien mejor formuló la visión tradicionalista de España, cuyo espíritu o genio nacional era el catolicismo, siendo la penetración y triunfo de la heterodoxia desde el siglo XVIII la causa de su decadencia. Catolicismo providencial que lo convierte en "pueblo escogido para la espada y el brazo de Dios" para la lucha "entre Cristo y Belial". En su monumental Historia de los heterodoxos españoles aborda el tema del judío manifestando alguna influencia del revisionismo liberal moderado, y así critica el fanatismo de las persecuciones populares bajomedievales, en parte movidas por la codicia, como la de 1391. También rechaza "la odiosa antievangélica distinción de cristianos viejos y nuevos", cuya supervivencia deplora en Mallorca. Pero, junto a ello, explica las matanzas de los crímenes rituales, los sacrilegios, y el enriquecimiento por el comercio, la usura y el arrendamiento de impuestos. Casi todos los conversos o judaizaban o eran ateos, y, por tanto, inasimilables. La Inquisición fue por ello necesaria: "El peligro de infección judaica era grande y muy real" (el santanderino usaba el lenguaje científico lo mismo para hablar de infecciones judías que para definir el enfrentamiento entre cristianos nuevos y viejos como "lucha de razas"). También justifica la expulsión, sin alabarla demasiado, diiendo que fue necesaria para salvar a los judíos de otra matanza, criticando explícitamente las tesis de Amador de los Ríos. Menéndez Pelayo, además, elogia textos fundamentales de la literatura antisemita española como el Fortatilium fidei de Espina o los Monopantos de Quevedo. Y en su ataque feroz a Mendizabal dice: "¡Bien se le conoce el pecado capital de su nacimiento". 
Sin embargo, años más tarde, Menéndez Pelayo manifestó una nueva actitud ante los judíos medievales españoles, tomada de modo explícito de Fernández y González. En De las influencias semíticas en la literatura española exalta la gran altura de las culturas "hispano-árabe" e "hispano-judía", llegando, por ejemplo, a decir de Maimónides que es "comparable a Santo Tomás en algunos aspectos de su posición y método". Esta españolidad de los judíos y musulmanes medievales pasaría luego a los arabistas Bonilla San Martín y Asín Palacios, discípulos suyos. Para defenderse de los previsibles ataques integristas, se justifica con argumentos puramente atomistas: "Dios hace salir el sol de la ciencia y el del arte sobre moros, judíos, gentiles o cristianos… y no es indicio de piedad, sino de orgullo farisaico, pretender para los cristianos, por el mero título de tales, la posesión exclusiva de aquellos dones de orden natural". Por otra parte, en su correspondencia con Juan Valera, pese a defender las bondades de la Inquisición a la hora de preservar el genio católico español, reconoce también que supuso un "fanatismo de sangre y raza", aunque de origen semítico, idea que tomaba del propio Valera, y que pasó posteriormente incluso a Américo Castro.”
Gonzalo Alvarez Chillida en El antisemitismo en España. La imagen del judío (1812-2002) (Pág. 151-152)

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